EPISODIO QUINCE: Flechazos

La obsesión y el enamoramiento pueden ser algo positivo, pero depende de quién sea el enamorado y de quién sea el objeto del enamoramiento. Si es Siddhartha de quien estás enamorado, tienes mucha suerte. Tener ese sentimiento hacia alguien sublime significa que tienes buen gusto y un buen vínculo kármico.

A veces nos enamoramos de las personas menos compatibles y esto se debe a esa conexión kármica. Muchas veces nos enamoramos de personas que nos hacen polvo. Simplemente caemos en sus redes, como un mosquito volando al matamoscas eléctrico. Otras veces nos enamoramos de personas que nos llevan por el buen camino. A veces tenemos el karma para enamorarnos de personas que nos hacen polvo y además nos llevan por el buen camino, lo cual no es nada malo. Y a veces eres tú el objeto del enamoramiento y sin querer podrías hacer polvo a alguien. O podrías llevarle por el buen camino.

He tenido unos cuantos flechazos en mi vida. Y como mucha gente, a menudo me he enamorado de gente que no había conocido nunca, gente que era esquiva, que estaba fuera de mi alcance o completamente prohibida, como la madre del Rinpoché que mencioné antes. Así es como funciona el karma. Irónicamente, puede que haya tenido más flechazos que nadie ya que se suponía que no debía tenerlos. Se suponía que yo era un lama, una reencarnación, un tulku, que estaba por encima de los seres humanos normales y corrientes. La gente que me rodeaba quería protegerme de las distracciones. Pensaban que era su deber crear una distancia entre mí y los objetos de los que me enamoraba y asegurarse de que yo veía a las mujeres como un estorbo, en el mejor de los casos, y como posibles creadoras de problemas. Supongo que la mente humana tiende a querer lo que está prohibido porque nada de esto consiguió convencerme. Siempre he sentido curiosidad por las mujeres y el romance. La fruta prohibida es siempre la más dulce.

Mis mentores me dieron opiniones muy contradictorias sobre las mujeres. La mayoría de ellos denigraba a las mujeres y las pintaba como si fueran las malas de la película, en especial los mentores monásticos que practicaban la renuncia a la vida familiar. Ellos personalmente hacían todo lo que podían para evitar el deseo y las distracciones de las relaciones, y al ser así como vivían sus vidas, naturalmente es lo que predicaron, como un vegetariano promueve el vegetarianismo. Era su costumbre. Fue lo que hicieron. Supongo que si yo fuese una mujer Rinpoché, ellos habrían predicado que los hombres son distracciones, tal y como se supone que deben pensar las monjas. Por otro lado, algunos de mis mentores, que eran yoguis, me enseñaron que denigrar a las mujeres era un error. Recuerdo que uno de mis mentores, un yogui llamado Lama Kunga que era discípulo de Lama Gangshar, me dijo que incluso un mero mechón de pelo de mujer poseía miles de millones de ciudades de dakinis.

Sin embargo, parece que en todo el mundo, y especialmente en Asia, existe esa actitud de que las mujeres son inferiores. Incluso hoy en día, en ciertos monasterios, especialmente en lugares como Bután, las mujeres tienen prohibido entrar a ciertas salas de meditación dedicadas a los protectores del dharma, como la sala de Majakali. Es comprensible que un monasterio excluya a las mujeres, ya que es como un internado de niños. Pero es irónico que impidan que las mujeres entren al santuario de Majakali en particular porque Majakali es la mujer por excelencia. Creo que esto es absolutamente una cuestión cultural que está perjudicando al Budadharma.

Mis mentores desconfiaban especialmente de las mujeres occidentales, las llamaban “chicas inyi” [1]. Simplemente no sabían cómo tratarlas cuando se paseaban con su pelo rubio, ojos azules y piel clara, vistiendo ropa provocativa como pantalones vaqueros. Los lamas estaban acostumbrados a ver a chicas tibetanas con ojos tímidos y abatidos y trajes acolchados que parecían grandes mantas. Incluso las faldas largas que llevaban las mujeres occidentales podían resultar sugerentes. Era su lenguaje corporal, la forma en que te miraban directamente a los ojos, porque esa es la forma educada de hacerlo en occidente. Con lo cual, según los lamas, las mujeres occidentales eran peligrosas y sus advertencias no cesaban nunca. Estaban convencidos de que las chicas inyi estaban arruinando a los tulkus. Pero estadísticamente eso no es cierto. Muchos más tulkus terminaron escapándose con mujeres asiáticas. Pero existía este tipo de prejuicio.

Con toda esta propaganda de que el deseo no era bueno y que las mujeres debían evitarse, tuve que aprender a fingir que no estaba interesado. Aprendí a ser discreto. Aunque era meticuloso cuando salíamos, siempre en guardia, atento de no mirar a las mujeres y de parecer desinteresado cuando se me acercaban, mis mentores y los monjes mayores se burlaban de mí sin cesar e insinuaban que estaba mirando a las chicas. Para un niño en crecimiento, esto fomentaba una sensación de vergüenza en torno al tema de las mujeres.

Creo que sería beneficioso que los mentores y guías dieran a los jóvenes lamas y tulkus clases de educación sexual y cuestiones de género. Podrían seguir explicando las distracciones que ello conlleva, pero también podrían enseñar cómo respetar a las mujeres y cómo comunicarse con el sexo opuesto. Esto falta por completo en el entrenamiento actual de los tulkus.

Después de las mujeres, el cine era lo más censurado. Cuando miro hacia atrás, puedo solidarizarme con mis mentores por ser tan cautelosos con las películas, especialmente las películas indias, que estaban llenas de historias y canciones románticas, plantando ideas en la mente de los jóvenes monjes y rinpochés. Muchos de estos monjes mayores probablemente nunca habían visto a hombres y mujeres bailando y abrazándose hasta que fueron al cine. A pesar de que en esos días no había besos y mucho menos escenas explícitas, era indignante para ellos. Muchos tulkus, monjes y rinpochés eran susceptibles a ese reino fantástico. Realmente podían imaginarse a sí mismos teniendo una pareja romántica bailando bajo la lluvia, revolcándose entre las flores. Por supuesto que yo también me dejé llevar por eso.

Una de las mayores dificultades a las que se enfrentaban los maestros de disciplina y los abades era evitar que los monjes más jóvenes se escabullesen al cine a ver películas. Hay una historia muy graciosa de Chatrul Rinpoché, cuando estaba estableciendo su monasterio en Darjeeling en los 70, pillando a sus monjes cuando se escapaban al cine por las noches. Si Chatrul Rinpoché se enteraba, entraba al cine en medio de la película y alumbraba con una linterna eléctrica al público en busca de sus monjes para poder arrastrarlos de regreso al monasterio.

Uno de mis primeros y más profundos flechazos fue la actriz india Zeenat Aman. Yo vivía en el templo del palacio de Sikkim, rodeado de tutores y asistentes. Me alojaba en el piso de arriba y en el de abajo estaba Khandro Tsering Chödron. El baño también estaba abajo. Solo me dejaban salir de mi habitación para ir al baño. De vez en cuando me permitían salir del templo y caminar por el palacio. Esa era una señal de que mis mentores estaban de buen humor. Ir al cine era impensable.

A veces, había grandes pujas en Khyentse Labrang y venían monjes de todos sitios. Esto me dio la oportunidad de conocer a algunos monjes más jóvenes que me contaban sobre las películas de Bollywood que habían visto y los riesgos que corrieron. Hablaban de muchísimas  películas. Había una llamada Bobby. Y una película llamada Laila Majnu, pero la que más me interesaba era Satyam Shivam Sundaram protagonizada por Zeenat Aman. No tenía la más mínima oportunidad de ir a verla, solo podía escuchar lo que los monjes contaban. Les rogué que me contaran la historia un millón de veces, una y otra vez. Cada monje tenía una versión diferente, por lo que nunca me cansaba. Algunos de los monjes consiguieron pasar de contrabando algunas fotos de las estrellas de cine y me las ofrecieron. Ahora bien, esto era peligroso, mucho más peligroso que los tebeos. Tuve que esconder estas fotos en lugares especiales, tanto que apenas tenía la oportunidad de siquiera mirarlas. El simple hecho de saber que tenía las imágenes en algún lugar me emocionaba. Había otras actrices populares como Hema Malini y Madhu Bala, pero yo era un fan incondicional de Zeenat Aman. Llamémoslo vínculo kármico, deuda kármica, tenía un sentido de lealtad hacia ella, me sentía culpable si miraba fotos de otras actrices.

Cuando Kyabje Dilgo Khyentse Rinpoché y Dudjom Rinpoché estaban dando transmisiones, a veces podían durar 10 horas por día y no nos permitían quedarnos dormidos, teníamos que escuchar el texto que se estaba leyendo. Debo confesar que muchas veces mi mente estaba llena de historias cinematográficas. Y, a menudo, me proyectaba a mí mismo como el héroe, el protagonista romántico revolcándome por los campos en flor con Zeenat Aman. Todavía tengo esa costumbre, pero en lugar de cantar bajo la lluvia, hoy en día es algo más serio como imaginarme sentado en la Oficina Oval como presidente de los Estados Unidos, resolviendo los problemas del mundo.

Pero mi vínculo kármico con Zeenat Aman se acabó cuando el vínculo kármico con otra mujer floreció. De alguna forma conseguí una foto de una chica europea y Zeenat quedó completamente olvidada de golpe. No fue hasta varios años después que descubrí que la chica de la foto era la actriz italiana Claudia Cardinale. Ese flechazo nunca ha terminado, la verdad. Incluso hoy en día, cuando encargo thangkas de Tara y Vajrayogini, les pido que las hagan inspiradas en Claudia Cardinale.

Fue la foto de Claudia Cardinale la que me llevó al castigo más duro de mi infancia. A pesar de todas las advertencias, amonestaciones y regaños, las mujeres y el cine se colaron en mi vida. Los sermones y los regaños no terminaron nunca una vez que encontraron su foto escondida bajo las láminas de mi tarima.

Aunque nunca podré declararme como una consumada persona espiritual, como mínimo tengo una conexión con el Buda y el dharma. Me gusta pensar que a través de mis flechazos por Zeenat Aman y Claudia Cardinale, ellas también podrían eventualmente estar conectadas con el Buda y el dharma.

[1] Chicas “inyi” proviene de la palabra tibetana inyique, persona de habla inglesa.

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