EPISODIO CUATRO: Tierra Oculta
Uno de mis recuerdos más vivos es de la cocina humeante de mi familia con su chimenea de arcilla y una plataforma colgada de las vigas que sostenía la leña. Aquí, se cortaban las verduras, se batía el té, y nuestras fosas nasales se volvían negras al alimentar el fuego con ramas de pino que ardían lentamente. Estas ramas tenían nudos que también se usaban para hacer lámparas. Pero lo más importante, aquí es donde la familia se reunía para comer. Después de la cena, los adultos contaban historias populares y los gomchen nos asustaban con sus historias de fantasmas y sombras. La misma historia podía ser contada cien veces y ni el narrador ni el oyente se cansaban. A veces, en días especiales, encendíamos una lámpara de queroseno, cuyo funcionamiento nos fascinaba a nosotros los niños.
Tengo recuerdos nítidos de compartir comidas con mis abuelos maternos, Lama Sonam Zangpo y Dendup Palmo. Lama Sonam Zangpo contaba las mejores historias. Era conocido por su memoria fotográfica y recordaba todas las historias y leyendas. Sus descripciones de la barba del primer rey de Bután, Sir Ugyen Wangchuck, o lo guapo y llamativo que era el adolescente Gyaltsab Reting Rinpoché[1] cuando el 13º Dalai Lama lo condujo al Monasterio Jokhang, hacían que sus historias cobraran vida.
Mi abuelo era como una cámara del tesoro de cuentos de hadas. Todavía estoy tratando de recordar desesperadamente una historia en particular que me contó sobre un perro que era una emanación de Tara Verde rescatando a un niño pequeño. Recuerdo vívidamente que el perro guió al niño llevando una hermosa flor en la boca, pero tengo la clara sensación de que no me acordaré del resto de la historia tal vez hasta el momento en que inhale o exhale mi último aliento.
Casi todos los días, mi abuelo murmuraba sobre una tierra oculta donde había vivido y que todavía anhelaba. Tenía tanta nostalgia por este lugar oculto: si estábamos comiendo helecho, no era tan verde como lo había sido en el lugar oculto. Ninguna mantequilla estaba tan rica como lo había sido allí. La artemisia descubierta en cualquier otro lugar no era ni mucho menos tan aromática como había sido allí. Y tenía especialmente nostalgia por los hongos que crecían en los árboles.
Mi único recuerdo de esa tierra oculta es de una intensa luz del sol, un porche y quizás un pequeño huerto.
Existen innumerables métodos inimaginables para encontrar la sabiduría en el budismo tántrico, por ejemplo, desapareciendo por completo. Uno de mis propios tutores desapareció un día y nunca lo volvimos a ver. Hay un método para fingir convincentemente que estás loco y abandonar todas las normas sociales. Otro de mis tutores tomó ese camino. Hay un método para extraer delicadamente las semillas de enebro sin alterar sus ramas, y luego abstenerse de toda comida y bebida, excepto la esencia de esas semillas; a través del ayuno, uno deja de lado los hábitos de masticar, atiborrarse y digerir, y a través de eso, se descubre la sabiduría y la energía, se equilibran el prana y los nadis. Mi abuelo Lama Sonam Zangpo era conocido por la práctica de chulan; tenía las manos más firmes. Lo recuerdo a finales de sus 80 años, casi presumiendo de pintar una sílaba-raíz en un grano de arroz con un pincel hecho con dos pelos.
Pero es la práctica de ir a tierras ocultas por lo que mi abuelo era mejor conocido. En el Vajrayana se cree que hay lugares ocultos en todas partes. Incluso podría haber uno en el Bronx. Creo que los chamanes nativos americanos también solían saber cómo acceder a tierras ocultas y a sitios de poder energético. Recuerdo vagamente haber leído sobre algo llamado sitio en un libro de uno de los discípulos de Don Juan.
Ir a una tierra oculta es la máxima rebelión contra el mundo samsárico, es como abandonar la sociedad y unirse a una comuna, pero mucho más que eso. Gurú Rinpoché describió estas tierras ocultas en sus enseñanzas. Algunas son accesibles, otras no, ningunas son fáciles de encontrar. Las que son accesibles pueden tener fecha de caducidad. Algunas cambian o migran o simplemente dejan de tener la energía de ser una tierra oculta, independientemente de si alguien las ha pisado o no. Si logras desvelar una tierra oculta, debes permanecer allí hasta que se cumpla su propósito, que podría ser unos días, unas décadas o unas cuantas generaciones. No te puede importar la duración de tu estancia.
Gurú Rinpoché dejó guías y mapas codificados para algunas tierras ocultas, incluyendo qué métodos usar para viajar allí, dónde acampar en el camino, si se permiten o no hogueras, cómo leer las señales, tales como si la llamada de un pájaro da la bienvenida o no, si se permite el cobre o el plomo a través de la frontera, cómo leer el comportamiento de las sanguijuelas (que son como dakinis guardianas) e instrucciones detalladas sobre qué hacer una vez que llegues allí. Dijo que hay beneficios inconmensurables al viajar a tierras ocultas. Además de la sabiduría a la que uno puede acceder allí, tiene el sorprendente beneficio de no tener que permanecer en un mundo limitado por el pensamiento racional. Descifrar los códigos y leer las guías para desvelar una tierra oculta requiere un practicante muy especial y condiciones muy especiales. La condición principal es la motivación y la actitud. Si uno es un cobarde demasiado racional y crítico, si uno no tiene la osadía de dejar atrás todos los puntos de referencia conocidos, es probable que nunca encuentre una tierra oculta. La curiosidad no es motivación suficiente en absoluto.
Habrá muchísimas pruebas en el camino; incluso el mejor practicante puede acercarse y fallar. Y después de muchas dificultades, finalmente algunos han puesto los ojos en tierra oculta, pero cuando apartaron la mirada por un momento, desapareció. Esto ha sucedido.
Mi abuelo tenía toda la motivación necesaria, la determinación y la fuerza requerida para un buscador de tierras ocultas. En 1951, decidió valientemente emprender un viaje para desvelar una tierra oculta, a través del hielo y las tormentas, a través del bambú y el lodo, a lo largo de los acantilados y valles, utilizando las profecías y una guía que dejó Padmasambhava hace más de 1.200 años. Al rededor de 100 personas lo siguieron, abandonando sus medios de vida, sus hogares, ganado, granjas, todo. Básicamente, decidieron ser unos hippies totales.
El lugar que mi abuelo encontró, abrió y estableció se llamaba Khenpajong, que significa Valle de Artemisia o Artemisa, y permaneció allí durante una década. Mientras estuvo allí, logró encontrar un novio, con una nariz y un humor característicos del Tíbet, y lo trajo para casarlo con su tranquila y meditativa hija. Como resultado de ese emparejamiento, yo nací en la tierra oculta. La gente me contó que mis padres tuvieron un niño antes que yo, pero murió al poco de nacer, así que quizás soy el único niño nacido en Khenpajong que todavía está dando vueltas al mundo dejando huellas de carbono y contribuyendo a la destrucción del mundo. Poco después de mi nacimiento, todos los seres humanos abandonaron Khenpajong. El Valle de Artemisia fue completamente abandonado.
[1] Jamphel Yeshe Gyaltsen. Tibetano: ཐུབ་བསྟན་འཇམ་དཔལ་ཡེ་ཤེས་རྒྱལ་མཚན་. (n. Dagpo 1910; m. Lhasa 1947) fue un tulku tibetano y el quinto Reting Rinpoché.
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